Vivir sin propósitos, llevar una vida sin colores ni matices por temor al éxito, al fracaso, a salir de tu zona de confort, tener conductas estereotipadas absurdas que no conducen a ningún sitio.
Conformarse con poco o acostumbrarse a donaciones que constituyen el sacrificio de otros nunca te darán la satisfacción emocional que mereces. Jamás te sentirás realizado como persona.
Crear un proyecto, tener un sueño, cumplir una meta, le aportarán a tu vida crecimiento y un sentido común, cierto, brillante y abundante.
Generalmente, cuando no tenemos ningún proyecto nos quedamos en la cama, esperando que las horas pasen, durmiendo o conectados a un internet, sin aprovechar sus beneficios, simplemente deslizando el dedo para arriba, para abajo, para arriba, para abajo...., pensando quizás lo que pudo ser y no es, lo que quisiera tener pero no tengo😌.
Tener un propósito en la vida es una razón para levantarse temprano, lleno de energía positiva, de buena vibra, tu vida da un giro de 180 grados, tu mente se transforma, tu capacidad de desarrollo crece. Es absolutamente cierto.
Si vives en la miseria, constantemente, tendrás quejas de tu situación, párate en la puerta de tu hogar, observa el barrio, a la gente, todo lo que te rodea y pregúntate: ¿Es esto lo que quiero para mi vida?¿Esto es todo?¿Llegué a mi fin?¿Se acabaron mis sueños?. Seguro la respuesta es Sí pero yo te digo que NO, sal y cómete el mundo, no temas, hay un horizonte nuevo que explorar, avanza.
A continuación te regalo la inspiradora historia de dos empresarios que de la miseria pasaron a la abundancia. Sin tener nada lograron todo.
En el oscuro rincón de la adversidad, surgieron dos almas emprendedoras que transformaron su vida de miseria a prosperidad. Sin temor al fracaso y enfocados en sus dianas.
Con tenacidad y determinación, Alejandro y Rosa demostraron que incluso en los momentos más oscuros, los sueños pueden convertirse en realidades resplandecientes.
El secreto está en romper el hielo y dar el primer paso.
La historia de Alejandro es la de un joven que creció en un vecindario donde la pobreza era su única compañía constante.
Con una educación limitada, se enfrentó a la desesperanza con audacia. Una idea simple pero brillante nació en su mente: convertir los desechos plásticos de su comunidad en productos útiles.
Reuniendo su coraje y su ingenio, Alejandro comenzó a recoger plástico abandonado, visitaba centros comerciales, escuelas, barrios insalubres, bares y con creatividad, transformó esos materiales en productos reutilizables.
Rosa, por otro lado, provenía de una familia que luchaba por llegar a fin de mes, a penas tenía zapatos para calzar.
Inspirada por su amor por la cocina y su deseo de proporcionar una vida mejor para su familia, decidió convertir su pasión en un negocio.
Comenzó a preparar comidas caseras y nutritivas para vender en su comunidad y para los acompañantes de enfermos en los hospitales.
A pesar de los desafíos iniciales y las miradas escépticas, Rosa persistió, perfeccionando sus recetas y compartiendo su amor a través de cada bocado.
Ambos enfrentaron reveses y desafíos monumentales. Alejandro luchó por convencer a sus amigos de que su visión podía generar un cambio real. Rechazos y burlas (como siempre) no lograron mermar su determinación.
Rosa, por su parte, se encontró con dificultades logísticas y limitaciones financieras que amenazaban con apagar su sueño pero se doblegó jamás.
La pasión que ardía dentro de ellos y la necesidad de salir de la pobreza los llevó a superar cada obstáculo, convirtiendo los reveses en victoria.
Alejandro se asoció con voluntarios locales y organizaciones ambientales, transformando su proyecto en una iniciativa comunitaria que no solo limpiaba su vecindario, sino que también proporcionaba empleo a aquellos en situaciones similares.
Rosa convirtió la sala de su casa en una pequeña pequeña fonda para vender sus platos, y a medida que la calidad y el sabor de su comida se conoció, corrieron la voz y su negocio creció gradualmente.
Con el tiempo, la perseverancia y el enfoque en sus objetivos dieron sus frutos.
Alejandro construyó una empresa de reciclaje que no solo mejoró su vida, sino que también contribuyó al bienestar de su comunidad y al medio ambiente.
Rosa, después de años de dedicación, abrió su propio restaurante que no solo ofrecía deliciosa comida, sino también oportunidades laborales para otros.
Hoy la protagonista de esta historia cuenta con más de 17 restaurantes en toda la Florida, EEUU e invierte en el negocio inmobiliario, devengando más de seis cifras al año.
La historia de Alejandro y Rosa nos recuerda que incluso en la miseria más profunda, los sueños pueden tomar vuelo si se combina la pasión con la acción.
A través de la resiliencia y la creatividad, convirtieron sus dificultades en escalones hacia el éxito.
Esta historia es un testimonio viviente de cómo el emprendimiento y la determinación pueden llevar a un cambio trascendental, no solo en la vida de uno, sino también en la comunidad que los rodea.
¡Anímate, no te quedes estático!. ¡¡¡Llegó tu hora!!!.
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